Friday, July 06, 2007

Hidropolítica... ¿cómo empezar por la casa?

No habrás vivido un día perfecto, si no has hecho algo
por alguien que nunca será capaz de devolvértelo.

Rutz Smelter



El agua es un recurso “natural” de nuestro planeta, dinámico en el tiempo y el espacio, por lo cual se nos hace notar que su análisis requiere de cierta comprensión de complejidad de relaciones que se tejen en torno a ella. Se dice que aproximadamente el 97.5 por ciento del agua en la Tierra es salada, y sólo el 2.5 por ciento es agua dulce, y de ese porcentaje tan solo el 0.26 por ciento se encuentra disponible en ríos, lagos y otros almacenamientos para la satisfacción de las necesidades de los ecosistemas y del consumo humano (Shiklomanov, 2002).

Según Shiklomanov (2002), el volumen de agua para satisfacer suficientemente las necesidades de la población mundial es aproximadamente de 42,570 Km3/Año, sin embargo, señala el autor que existe un grave problema de distribución desigual de dicho recurso, ya que hay regiones en el mundo con mejor disponibilidad y más fácil acceso a las fuentes de abastecimiento que otras, mencionando por ejemplo que Asia y Medio Oriente concentran al 60% de la población mundial y ahí se capta un 36% del escurrimiento total en forma de ríos y sólo se concentra una corta temporada del año, mientras que África tiene una menor disponibilidad de agua, que se concentra principalmente en su franja tropical. Afortunadamente para nosotros, se menciona que México es un país con un rango intermedio en cuanto a la disponibilidad de sus recursos hídricos, pero su situación lo lleva a estar en un delicado equilibrio entre la disponibilidad y la demanda de agua (Varis 2003), por lo que se considera que en las próximas décadas podría alcanzar cierto nivel de escasez, aunque esta apreciación se hace desde una perspectiva demográfica, que no considera factores socioeconómicos, tecnológicos y ambientales.

En términos concretos la distribución desigual del recurso “agua” se traduce en situaciones paradójicas, pues mientras que el agua significa para millones de personas una lucha continua entre la vida y la muerte: niños y mujeres que caminan durante horas para traer el agua a su hogar, o los hombres que intentan una y otra vez encontrar un pozo de agua dulce para sus requerimientos mínimos de sobrevivencia; por otra parte, en distintos lugares de un mismo país o en distinta regiones del mundo, numerosas personas, -sobre todo en las ciudades- tenemos el privilegio de abrir el grifo o la llave y usar toda el agua potable que queramos, muchas veces sin hacer conciencia de cuánta desperdiciamos.

La distribución desigual da lugar a una problemática en torno al agua que puede tener distintas dimensiones, que algunos autores manejan a través de los conceptos de seguridad hídrica – entendida como “la capacidad de la sociedad para garantizar una cantidad y calidad adecuada del agua para el mantenimiento de los ecosistemas, para la producción y autosuficiencia alimentaria, la satisfacción de las necesidades básicas de la población y la reducción y manejo adecuado de las disputas por el agua” ( )-. Mientras que el concepto de vulnerabilidad socioambiental es definido como “el proceso que conlleva a situaciones críticas e irreversibles en torno a la cantidad y calidad de los recursos hídricos que ponen en riego el desarrollo humano y el funcionamiento de los ecosistemas”. La vulnerabilidad socioambiental puede verse a través de distintos factores que van desde los ambientales hasta los sociopolíticos: vulnerabilidad climática, por sequías e inundaciones, por presión hídrica, por explotación de mantos acuíferos, por contaminación del agua, por marginación social, económica y politica.

En el caso específico de Chiapas podemos ver claramente un ejemplo de vulnerabilidad socioambiental dada por los huracanes que han afectado principalmente a la población de la frontera del Soconusco. De manera particular Edith Kauffer ha aplicado el concepto de hidropolítica en esta relación específica del agua de los ríos como frontera, en la que también queda clara la idea del agua como un recurso dinámico. “El río se mueve y la frontera se mueve” ha dicho ella, - y yo agrego- sobre todo con las fuertes lluvias y las inundaciones, que mueven otra serie de elementos: vidas humanas, viviendas, cultivos que se pierden, infraestructura, técnicas de ingeniería, intereses de ejidatarios y latinfundistas, intereses políticos. Todo ello se mueve. Ojalá quienes tienen la posibilidad de dar una solución político diplomática se movieran en sentido de garantizar la vida de las miles de familias que se asientan en esa zona fronteriza, aún por encima de los intereses de unos cuantos latifundistas con un fuerte peso político.

Quienes estamos en un proceso de formación como investigadores tal vez no podamos incidir en la políticas acerca del agua, pero si podemos participar haciendo un uso adecuado del agua, haciendo conciencia de que el agua es vital para la existencia humana, aunque quizá nos parezca una frase gastada dado que tenemos el privilegio de abrir la llave del lavabo y que nos regale un chorro abundante que parece inacabable, y que escuchamos con familiaridad la sonora descarga de por lo menos seis litros de agua cada vez que usamos un sanitario. Quizá de vez en cuando nos sirva recordar y recordarle a quienes nos rodean, que millones de seres humanos enfrentan cotidianamente la escasez del agua, y tal vez nos sirva preguntarnos qué podemos hacer al respecto en nuestro entorno, por mínimas que parezcan nuestras acciones.

Bibliografía:

Elhance, Arun P. Hydropolitics in the third world. Conflict and cooperation in International River Basins, United States Institute of Peace Press

Shiklomanov, Igor, 2002, World Water resources at the beginning of the 21st century,PHIUNESCO,

Turton, Anthony y Roland Henwood (editors) 2002. Hydropolitics in the developing world: a southern African perspective, Africam Water Issues Research Unit (AWIRU)

Varis, Olli, 2003, “Escasez de agua y vulnerabilidad: México desde una perspectiva global” en
Patricia Avila (ed), Agua, medio ambiente y desarrollo en el siglo XXI: México
desde una perspectiva global y regional, El Colegio de Michoacán, México.

Wednesday, July 04, 2007

Alimentación para la restauración ecológica

La utopía se hace realidad
porque todos los sueños nacen
con vocación de ser experimentados.
José María Doria


Precisamente en una sesión reciente de Teoría Social y cultural analizábamos en grupo que el modo de producción capitalista tiene modos de regulación que van más allá de la producción e gran escala y el mercado, que dichos modos de regulación penetran hasta lugares apartados, y hasta en los espacios íntimos, y en este caso tocan un elemento que es vital para la sobrevivencia humana: la alimentación. Coincido con González (2006) que esta acción tan cotidiana de alimentarnos no consiste únicamente en satisfacer el apetito y la demanda de calorías, proteínas, vitaminas y demás componentes que requiere el cuerpo humano para la vida, y sin embargo ahora parece tan “natural” ir al supermercado y surtirnos de las frutas, verduras y carnes que consumiremos, pero, ¿conocemos de dónde provienen las manzanas, las zanahorias, los tomates…?, ¿sabemos cuánto trabajo implicó su producción y cuál fue el proceso de distribución que los trajo a nosotros?, ¿puede un citadino –que ignora de dónde proviene el alimento que se lleva a la boca- participar en un proceso de restauración ecológica, o ésta es sólo tarea de los campesinos e indígenas?

Pocos nos detenemos a reflexionar acerca de que el acto de alimentarse es también expresar emociones y sentimientos –como lo plantea González (2006)- que nos remiten a evocar la tierra húmeda y fértil, la milpa con su diversidad de plantas, el agua, el campesino que se levanta de madrugada para preparar el terreno, siembra la semilla y cuida de la planta hasta que da sus frutos. En muchas ocasiones la tierra es árida o pedregosa, el agua es escasa, el campesino se enferma por el uso de agroquímicos, y al final recibe un pago miserable por el trabajo realizado durante meses o años, sin considerar la participación de la mujer o los hijos que contribuyeron sin que se tome en cuenta su aporte. La imagen de ruralidad, entendida como el espacio dedicado a la producción de alimentos me parece que queda muy acotada; la imagen de ruralidad que tengo presente tan sólo las pocas regiones de Chiapas –Altos, Selva, Norte- que he podido conocer puede ser muy diversa, y mucho más compleja.

Como señala González (2006), el mercado global ha ido incidiendo en las dinámicas de producción campesinas introduciendo técnicas y condicionando los cultivos que se deben producir, según la demanda de alimentos de ciertos sectores, mayoritariamente urbanos, o que son productos de exportación. Además de los daños que todo esto trae a la salud de los campesinos, de los daños que genera en el ambiente, y en el paisaje, lo que me parece más preocupante es que los campesinos que producen los alimentos sean quienes menos se beneficien de ellos, pues generalmente los alimentos de mejor calidad son enviados al mercado. Paradójicamente las iniciativas de producción alternativa y mercados “justos” o alternativos son propuestos por consumidores responsables, pero en última instancia quienes se benefician de lo “alternativo” son los consumidores; aún cuando haya un trato más cercano con el productos y se le pague un sobreprecio, la calidad de la dieta, el aporte de nutrientes, la comida sana va a parar a la mesa de los consumidores…¿cómo garantizar que también mejore la dieta de los productores y sus familias? Si somos parte del rompecabezas cómo hacemos que encajen todas las piezas.

Es cierto que los planteamientos teóricos y metodológicos de la antropología y del desarrollo regional permiten reafirmar la visión de la alimentación en una dimensión múltiple más allá de lo netamente biológico, y diversos estudios han dado cuenta de que son los campesinos quienes pagan la mayor parte de los costos de las políticas de desarrollo, de los ensayos tecnológicos, de la innovación productiva, de las normas de producción, de la dependencia del mercado de exportación, de los daños y contingencias medioambientales… pero cómo contribuimos a visibilizar el aporte vital de los campesinos en nuestra sobrevivencia –más allá de lo meramente biológico-, dando realce al valor simbólico o sagrado que ellos le atribuyen a los elementos del entorno, y a su contribución en la preservación de la biodiversidad.

Si hemos de plantear propuestas u opciones de desarrollo local que incluyan la valorización territorial en torno al paisaje, los recursos naturales, el conocimiento campesino, las tradiciones alimentarias, el retomar antiguas prácticas de mercado y formas de manejo de la agricultura, creo que debemos considerar en primer término que los campesinos y sus familias sean activos participantes, como lo señala Ingreet Cano, en un diálogo de saberes, pero también en una distribución justa de beneficios directos –no sólo económicos- de estas iniciativas.

Finalmente mi reflexión que lleva a considerar que un proceso de restauración ecológica debería verse reflejado en las personas, en sus cuerpos nutridos -en el sentido más amplio-, y en el mejoramiento de sus condiciones y calidad de vida, pues desde mi punto de vista la escala mínima de dicha restauración es cada persona, cada colectivo humano que da estructura y funcionalidad a los ecosistemas. Quizá no somos la pieza más importante del rompecabezas de los ecosistemas, pero intuyo que sí somos una pieza clave.

Bibliografía:

Cano, Ingreet. Recuperar lo nuestro: una experiencia de restauración ecológica con participación comunitaria.
González, Alma Amalia. Mercados alternativos locales frente al sistema agroalimentario global. Artículo aceptado para publicación en octubre 2006 por la Revista LIDER, No. 15, año 11, 2006