Thursday, May 24, 2007

Acerca de enfermedades infecciosas emergentes...


La información compartida en relación al creciente el creciente número de enfermedades humanas infecciosas modernas generadas por virus de animales, la idea de los animales como “fabricas de enfermedad”, me llenó de indignación porque tal parece que fuesen los animales los responsables de la expansión de las enfermedades; y por otra parte me sorprendió por la magnitud del impacto que se presupone puede tener en la humanidad.

En lo primero que pensé fue en mis hijas. Regularmente pienso: “qué mundo les voy a dejar”, pero ahora pensé qué voy a empezar a hacer ahora para mejorar su alimentación y cuidar de su salud. También sentí angustia por las ocasiones en que les he permitido disfrutar de su “cajita feliz”, y sentí rabia contra las personas involucradas en el negocio de la producción y comercialización de carne para la alimentación humana por la falta de ética con que manejan su industria, a sabiendas del grave daño que pueden causar a un sin número de personas, -y a los niños de manera particular, pues son quienes resultan mayoritariamente afectados-.

La humanidad ha compartido con los animales el espacio en la Tierra, desde su aparición en el planeta, y muchos de estos animales han contribuido a su sobrevivencia, no sólo como alimento, sino también -en algunos casos- como abrigo para protegerse del frío, o como medicamento para algunas enfermedades e incluso como compañeros de vida y/o de juegos, entre otras cosas. Ha sido la ambición desmedida de un amplio sector de empresarios, quienes han generado a partir de la producción de la carne para consumo humano en condiciones insalubres, un peligro latente para la vida humana y un riesgo imprevisible para la naturaleza animal, al alterar su alimentación y sus condiciones de vida. No son los animales un peligro para los seres humanos; son algunos seres humanos que han perdido su sentido de pertenencia al género humano, desconociendo su “ser” en su afán de “tener” poder, riqueza, prestigio, y otros “valores” quienes representan el verdadero peligro.

Sin embargo, han sido seres humanos quienes han propiciado los terribles riesgos al alterar la vida animal, el medio ambiente y generar el creciente número de enfermedades infecciosas, y la esperanza de un cambio en otro sentido también se encuentra en los seres humanos. Quizá no podamos evitar una pandemia, ni el arrasamiento de bosques y selvas, ni las prácticas agrícolas y ganaderas rapaces, pero podemos empezar por cambios de nuestra dieta y nuestro modo de vivir; dejando de ser parte de la demanda de proteína animal, y haciendo conciencia en otros consumidores acerca de la cadena de producción de carne alterada en aras de la rentabilidad. A nivel local podemos ir recuperando prácticas que amortigüen el grave daño causado por las grandes comercializadoras de alimentos chatarra: produciendo alimentos sanos, disminuyendo nuestra producción de basura, e intentando también recuperar la relación respetuosa con los animales, para hacer válida la filosofía de: ' no le molestaré si usted no me molesta”.

En otro sentido, como en alguna parte los datos que aporta el texto se refieren a la situación en Estados Unidos, consideré exagerado que se mencionara el “bioterrorismo” y el “agroterrorismo” para afectar económicamente a esa nación. Considero que los granjeros, industriales y comerciantes de la carne para el consumo humano ya están haciendo lo propio para generar una latente amenaza de salud pública, sin que sea necesaria la intervención desde otros espacios.

Finalmente, otro aspecto que me pareció cuestionable de toda esta cadena productiva “innovadora”, es el papel de los ‘profesionales” y/o ‘científicos’ que contribuyen a la búsqueda de alternativas para acrecentar el rendimiento económico de los agroindustriales, proponiendo asuntos tan descabellados como la elaboración de “concentrados de proteína” para alimentar a los animales hechos a base de basura de matadero, sangre, excremento de los mismos animales, gatos muertos, entre otras cosas impensables; o la irradiación de la carne de pollo para matar a las bacterias y virus. Y en este sentido me parece pertinente preguntarnos ¿realmente pensamos que nosotros podemos reorganizar el mundo de la manera que mejor nos complazca y no sufrir las consecuencias?

Bibliografía:

Greger, Michael. Bird Flu: A virus of our own hatching. New York: Lantern Books

Thursday, May 17, 2007

Alimentación y consumo responsable



Los artículos leídos “Globalization for health. Trade liberalization and the diet transition: a public health response” (Rayner, 2007) y “La vida social de la tortilla” (Lind y Barham, 2003) nos proporcionan información sobre los mecanismos con que se maneja el flujo de producción y distribución de alimentos a nivel global desde una élite dominante, como lo señaló Castells en su texto sobre “Espacio de los flujos”, haciendo uso de su poder para crear políticas y acuerdos comerciales, realizando las inversiones necesarias para transformar el modo de producción tradicional, y para cambiar el estilo de vida de miles de millones de personas para contar con el mercado que requiere la industria de los alimentos.

Ambos textos también nos señalan la estrecha relación entre el cambio de nuestra dieta, la mercantilización de los alimentos y las enfermedades emergentes… y las sensaciones que ambos textos me generan son de impotencia, de un vacío que va del pecho al estómago, y también cierta incredulidad, que me llevan a preguntarme ¿cómo es que tal élite dominante ha podido lograr ese control, sobre algo tan básico para la sobrevivencia humana como es la alimentación?, ¿cómo se introdujo en nuestra alimentación cotidiana la comida rápida, y toda serie de alimentos chatarra y refrescos embotellados? Sin duda ha tenido que ver el enorme poder económico y el absoluto control sobre los medios de información que poco a poco nos han ido introyectando la imagen de lo que es “una mejor calidad de vida”, hasta convertir nuestras prácticas y hábitos alimenticios en una cuestión “cultural” que las nuevas generaciones están aprendiendo y que muy probablemente reproducirán en el futuro. En ese sentido he escuchado a personas que han migrado de las comunidades rurales a San Cristóbal de las Casas, decir que algo que ha mejorado al llegar a este espacio urbano es su alimentación, porque en su comunidad en pocas ocasiones consumían carne.

En otro texto que analiza la situación de la tortilla en nuestro país, se cuestiona el alza de precios que productos que son indispensables en la canasta básica, y me llamó la atención que a continuación se enumerara “leche, tortillas, azúcar y huevo”, lo cual me hizo reflexionar acerca de cómo nos hemos alejado de la dieta que incluye verduras y frutas, que lejana parece la época en que se consumían las plantas que no se cultivaban en la milpa (el quelite, la verdolaga, la malva) pero que nacían al sembrar maíz o frijol; y pienso en los niños y niñas de ahora que gustan del pollo frito, las hamburguesas y hot dogs, y han perdido el gusto por otros sabores… El caso es que aún quienes intentan ser críticos con el estado mexicano en este caso, defienden como “productos indipensables” un grupo de alimentos que están lejos de haber sido parte de una dieta “tradicional mexicana” (que considero dependía mucho de los alimentos disponibles a nivel local), y no cuestionan la manera en que dichos alimentos son producidos ni el aporte nutricional real que aportan a la dieta de los mexicanos en la actualidad.

Mi conclusión en este sentido es que es muy seductor el espejismo que nos venden los medios de comunicación respecto a los alimentos que nos brindan “una mejor calidad de vida” o que nos acercan a un cierto “estilo de vida” así que nos movemos en automático, modificando nuestras prácticas alimenticias sin mayor cuestionamiento con la esperanza de acercarnos a las imágenes que se nos presentan como lo “deseable”. Pero lo que me parece más delicado es que nos hayamos alejado de la posibilidad de producir nuestros propios alimentos, que es donde me parece reside el logro mayor de la élite dominante. Y si bien considero importantes los movimientos de resistencia y de denuncia ante la producción de alimentos industrializados y transgénicos, creo que la reflexión sobre nuestros hábitos alimenticios, y la modificación de aquellas prácticas que no son benéficas para que nuestro cuerpo se mantenga en un estado de salud, será un verdadero acto de resistencia y tendrá mayor impacto, por lo menos en el ámbito de nuestras relaciones cercanas. Otra posibilidad que podemos sumar a la anterior es el acercarnos al consumo de la producción local, adecuar nuestra dieta a las frutas u verduras de temporada, “romper” con el mito de que “lo orgánico es caro”, preguntándonos qué tanto cuesta nuestra salud y cómo ser consumidores responsables.

Friday, May 11, 2007

Reflexión acerca del espacio de los flujos y el tiempo atemporal


Micaela Alvarez Pérez
9/Mayo/2007


Castells analiza en dos capítulos de su libro “La era de la información” las nociones de espacio y tiempo y su relación con la sociedad red.

Una de sus primeras afirmaciones propone que es el espacio es el que organiza al tiempo en la sociedad red. Castells argumenta la existencia de una interacción entre tecnología, sociedad y espacio, la cual determinará en un primer lugar la localización empírica de las nuevas actividades económicas; después desvelará la interacción del aumento del hogar electrónico y la evolución de la ciudad; y por último, la evolución de las formas urbanas.

En un primer momento señala que la ciudad global no sería un lugar, sino, un proceso, donde centros de producción y consumo de servicios avanzados y sus sociedades locales se conectan en una red global que depende de los flujos de información. Existe una organización jerárquica en torno a centro de mando y control que se encarga de coordinar, innovar y gestionar las actividades de las redes empresariales que se encuentran entrecruzadas. Los principales centros que mantienen el poder informacional se centran en ciudades como Nueva York, Londres y Tokio, entre otras denominadas megaciudades; a partir de aquí se reparten distintos centros importantes en distintas áreas comerciales, como en contratos de futuros, en servicios financieros o empresariales. A éstos se les sumarían centros regionales que se desarrollan como son los nuevos mercados emergentes y se unen rápidamente a la red.

Señala que el espacio industrial también se ha transformado: el proceso de producción se establece en diferentes emplazamientos pero que se mantiene unido mediante conexiones de telecomunicaciones. Cada fase del proceso de producción supone una mano de obra específica, desde una mano de obre altamente calificada (que se basa en la ciencia y tecnología) hasta una masa de obreros no calificados encargados del montaje rutinario. Su localización va a ser distinta, tomando en cuenta puntos de vista económicos y sociales. Lo primero que se observa es una descentralización de la producción, esto es gracias a la flexibilidad de la fabricación de componentes tecnológicos que aumenta la competitividad, lo que también incide en el trabajo flexible de las personas, dando lugar a lo que Castells denomina teletrabajo en distintas modalidades: a) los sustituyentes: aquellos que desarrollan su actividad laboral integramente desde su propio hogar; b) autónomos: trabajan en línea desde su hogar; c) suplementadores: se llevan trabajo a casa.

Me llamó la atención que Castells aún cuando da cuenta de la diferenciación social de los espacios parece apuntar a que esta noción de espacio de flujos da mayores posibilidades, precisamente de espacio a las personas que no se hallan en el grupo de la élite dominante, y en este sentido su propuesta me parece opuesta a la de David Harvey (2004) quien argumenta que la posmodernidad ha dado lugar a la compresión del espacio-tiempo. Por otra parte, no existe un cuestionamiento de parte de Castells a la violación de los derechos laborales, a la supresión cada vez más evidente de los mismos que desde mi punto de vista hacen posible la “generación de valor” en este espacio de flujos. Más bien por la manera en que lo describe pareciera que es una manera natural en que se está encauzando el espacio de flujos de la sociedad red y que es inevitable, y da por hecho que cualquier posibilidad de acción por la gente de los ciudades medias, las unidades habitacionales, los suburbios, los ghetos, será marginal. Sin embargo, considero que lo que llama “los hoyos negros de la marginalidad” pueden tragar y dar una nuevo significado a lo que Castells llama la omnipresencia de los servicios avanzados. Además los que parecieran avances en materia de empleo y las mayores tasas de inversión en las principales áreas metropolitanas del mundo no significan una mejor calidad de vida para la gran mayoría de las personas que habitan esos lugares.

Otro aspecto que me llamó la atención en el texto es el señalamiento de Castells de que paradójicamente las instituciones educativas en distintos niveles no están tan vinculadas a estos espacios de flujo, lo que hace suponer que defienden el aprendizaje por la interacción cara a cara, sin embargo, me atrevo a aventurar que en nuestro país ese no es el caso, y que pueden tener que ver las políticas económicas, pero creo que el problema más grave es que un alto porcentaje de docentes no ve en sus alumnos a personas con quienes compartir de manera más humana y creativa sus conocimientos, sino a recipientes de un conocimiento repetitivo y acrítico, salvo honrosas excepciones.

En relación al tiempo, considero que efectivamente las prácticas sociales se han visto influenciadas por el paradigma de la tecnología de la información, sin embargo, ya señalaba David Harvey, que estos cambios se vienen dando a partir del invento del cronómetro, así que no es algo nuevo ni se da en todos los lugares, sobre todo en las áreas rurales.

Finalmente, si bien es cierto que como tendencia histórica, las funciones y los procesos dominantes en la era de la información se organizan cada vez más en torno a redes, y estas de manera aparentemente inevitable van dando lugar a una nueva morfología social en algunas sociedades, la nuestra entre ellas, como Castells tengo esperanza en que el poder de los flujos y el poder de las redes humanas solidarias tendrán mayor peso que los flujos del poder.

Brevemente comentaré que Wallerstein me despertó una inquietud mayor en relación a repensar las nociones de espacio y tiempo. Si bien, personalmente he reflexionado sobre ambos conceptos, su planteamiento de un modelo de cinco tipos de tiempo-espacio es un principio para explorar la complejidad de ambos términos.

Bibliografía:

Castells, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. I,
pp. 408-503

Harvey, David, 2004. La condición de la posmodernidad, Amorrortu, Ed. Buenos Aires, Argentina, p. 147-393

Wallerstein, Immanuel, 1998. El invento de las realidades del tiempo-espacio: Hacia una comprensión de nuestros sistemas históricos, en Impensar las Ciencias Sociales, pp. 149-163, México, Siglo XXI