Friday, June 27, 2014

Estos son los documentos que hemos creado en nuestras sesiones del Taller de TIC´s



Taller de TIC's.- Actualización docente en la Universidad Intercultural de Chiapas. 
 Junio 25, 26 y 27 de junio de 2014

Los retos que enfrentamos en Chiapas para el uso de las tecnologías es que carecemos de la infraestructura necesaria en nuestras instalaciones. 

Friday, July 06, 2007

Hidropolítica... ¿cómo empezar por la casa?

No habrás vivido un día perfecto, si no has hecho algo
por alguien que nunca será capaz de devolvértelo.

Rutz Smelter



El agua es un recurso “natural” de nuestro planeta, dinámico en el tiempo y el espacio, por lo cual se nos hace notar que su análisis requiere de cierta comprensión de complejidad de relaciones que se tejen en torno a ella. Se dice que aproximadamente el 97.5 por ciento del agua en la Tierra es salada, y sólo el 2.5 por ciento es agua dulce, y de ese porcentaje tan solo el 0.26 por ciento se encuentra disponible en ríos, lagos y otros almacenamientos para la satisfacción de las necesidades de los ecosistemas y del consumo humano (Shiklomanov, 2002).

Según Shiklomanov (2002), el volumen de agua para satisfacer suficientemente las necesidades de la población mundial es aproximadamente de 42,570 Km3/Año, sin embargo, señala el autor que existe un grave problema de distribución desigual de dicho recurso, ya que hay regiones en el mundo con mejor disponibilidad y más fácil acceso a las fuentes de abastecimiento que otras, mencionando por ejemplo que Asia y Medio Oriente concentran al 60% de la población mundial y ahí se capta un 36% del escurrimiento total en forma de ríos y sólo se concentra una corta temporada del año, mientras que África tiene una menor disponibilidad de agua, que se concentra principalmente en su franja tropical. Afortunadamente para nosotros, se menciona que México es un país con un rango intermedio en cuanto a la disponibilidad de sus recursos hídricos, pero su situación lo lleva a estar en un delicado equilibrio entre la disponibilidad y la demanda de agua (Varis 2003), por lo que se considera que en las próximas décadas podría alcanzar cierto nivel de escasez, aunque esta apreciación se hace desde una perspectiva demográfica, que no considera factores socioeconómicos, tecnológicos y ambientales.

En términos concretos la distribución desigual del recurso “agua” se traduce en situaciones paradójicas, pues mientras que el agua significa para millones de personas una lucha continua entre la vida y la muerte: niños y mujeres que caminan durante horas para traer el agua a su hogar, o los hombres que intentan una y otra vez encontrar un pozo de agua dulce para sus requerimientos mínimos de sobrevivencia; por otra parte, en distintos lugares de un mismo país o en distinta regiones del mundo, numerosas personas, -sobre todo en las ciudades- tenemos el privilegio de abrir el grifo o la llave y usar toda el agua potable que queramos, muchas veces sin hacer conciencia de cuánta desperdiciamos.

La distribución desigual da lugar a una problemática en torno al agua que puede tener distintas dimensiones, que algunos autores manejan a través de los conceptos de seguridad hídrica – entendida como “la capacidad de la sociedad para garantizar una cantidad y calidad adecuada del agua para el mantenimiento de los ecosistemas, para la producción y autosuficiencia alimentaria, la satisfacción de las necesidades básicas de la población y la reducción y manejo adecuado de las disputas por el agua” ( )-. Mientras que el concepto de vulnerabilidad socioambiental es definido como “el proceso que conlleva a situaciones críticas e irreversibles en torno a la cantidad y calidad de los recursos hídricos que ponen en riego el desarrollo humano y el funcionamiento de los ecosistemas”. La vulnerabilidad socioambiental puede verse a través de distintos factores que van desde los ambientales hasta los sociopolíticos: vulnerabilidad climática, por sequías e inundaciones, por presión hídrica, por explotación de mantos acuíferos, por contaminación del agua, por marginación social, económica y politica.

En el caso específico de Chiapas podemos ver claramente un ejemplo de vulnerabilidad socioambiental dada por los huracanes que han afectado principalmente a la población de la frontera del Soconusco. De manera particular Edith Kauffer ha aplicado el concepto de hidropolítica en esta relación específica del agua de los ríos como frontera, en la que también queda clara la idea del agua como un recurso dinámico. “El río se mueve y la frontera se mueve” ha dicho ella, - y yo agrego- sobre todo con las fuertes lluvias y las inundaciones, que mueven otra serie de elementos: vidas humanas, viviendas, cultivos que se pierden, infraestructura, técnicas de ingeniería, intereses de ejidatarios y latinfundistas, intereses políticos. Todo ello se mueve. Ojalá quienes tienen la posibilidad de dar una solución político diplomática se movieran en sentido de garantizar la vida de las miles de familias que se asientan en esa zona fronteriza, aún por encima de los intereses de unos cuantos latifundistas con un fuerte peso político.

Quienes estamos en un proceso de formación como investigadores tal vez no podamos incidir en la políticas acerca del agua, pero si podemos participar haciendo un uso adecuado del agua, haciendo conciencia de que el agua es vital para la existencia humana, aunque quizá nos parezca una frase gastada dado que tenemos el privilegio de abrir la llave del lavabo y que nos regale un chorro abundante que parece inacabable, y que escuchamos con familiaridad la sonora descarga de por lo menos seis litros de agua cada vez que usamos un sanitario. Quizá de vez en cuando nos sirva recordar y recordarle a quienes nos rodean, que millones de seres humanos enfrentan cotidianamente la escasez del agua, y tal vez nos sirva preguntarnos qué podemos hacer al respecto en nuestro entorno, por mínimas que parezcan nuestras acciones.

Bibliografía:

Elhance, Arun P. Hydropolitics in the third world. Conflict and cooperation in International River Basins, United States Institute of Peace Press

Shiklomanov, Igor, 2002, World Water resources at the beginning of the 21st century,PHIUNESCO,

Turton, Anthony y Roland Henwood (editors) 2002. Hydropolitics in the developing world: a southern African perspective, Africam Water Issues Research Unit (AWIRU)

Varis, Olli, 2003, “Escasez de agua y vulnerabilidad: México desde una perspectiva global” en
Patricia Avila (ed), Agua, medio ambiente y desarrollo en el siglo XXI: México
desde una perspectiva global y regional, El Colegio de Michoacán, México.

Wednesday, July 04, 2007

Alimentación para la restauración ecológica

La utopía se hace realidad
porque todos los sueños nacen
con vocación de ser experimentados.
José María Doria


Precisamente en una sesión reciente de Teoría Social y cultural analizábamos en grupo que el modo de producción capitalista tiene modos de regulación que van más allá de la producción e gran escala y el mercado, que dichos modos de regulación penetran hasta lugares apartados, y hasta en los espacios íntimos, y en este caso tocan un elemento que es vital para la sobrevivencia humana: la alimentación. Coincido con González (2006) que esta acción tan cotidiana de alimentarnos no consiste únicamente en satisfacer el apetito y la demanda de calorías, proteínas, vitaminas y demás componentes que requiere el cuerpo humano para la vida, y sin embargo ahora parece tan “natural” ir al supermercado y surtirnos de las frutas, verduras y carnes que consumiremos, pero, ¿conocemos de dónde provienen las manzanas, las zanahorias, los tomates…?, ¿sabemos cuánto trabajo implicó su producción y cuál fue el proceso de distribución que los trajo a nosotros?, ¿puede un citadino –que ignora de dónde proviene el alimento que se lleva a la boca- participar en un proceso de restauración ecológica, o ésta es sólo tarea de los campesinos e indígenas?

Pocos nos detenemos a reflexionar acerca de que el acto de alimentarse es también expresar emociones y sentimientos –como lo plantea González (2006)- que nos remiten a evocar la tierra húmeda y fértil, la milpa con su diversidad de plantas, el agua, el campesino que se levanta de madrugada para preparar el terreno, siembra la semilla y cuida de la planta hasta que da sus frutos. En muchas ocasiones la tierra es árida o pedregosa, el agua es escasa, el campesino se enferma por el uso de agroquímicos, y al final recibe un pago miserable por el trabajo realizado durante meses o años, sin considerar la participación de la mujer o los hijos que contribuyeron sin que se tome en cuenta su aporte. La imagen de ruralidad, entendida como el espacio dedicado a la producción de alimentos me parece que queda muy acotada; la imagen de ruralidad que tengo presente tan sólo las pocas regiones de Chiapas –Altos, Selva, Norte- que he podido conocer puede ser muy diversa, y mucho más compleja.

Como señala González (2006), el mercado global ha ido incidiendo en las dinámicas de producción campesinas introduciendo técnicas y condicionando los cultivos que se deben producir, según la demanda de alimentos de ciertos sectores, mayoritariamente urbanos, o que son productos de exportación. Además de los daños que todo esto trae a la salud de los campesinos, de los daños que genera en el ambiente, y en el paisaje, lo que me parece más preocupante es que los campesinos que producen los alimentos sean quienes menos se beneficien de ellos, pues generalmente los alimentos de mejor calidad son enviados al mercado. Paradójicamente las iniciativas de producción alternativa y mercados “justos” o alternativos son propuestos por consumidores responsables, pero en última instancia quienes se benefician de lo “alternativo” son los consumidores; aún cuando haya un trato más cercano con el productos y se le pague un sobreprecio, la calidad de la dieta, el aporte de nutrientes, la comida sana va a parar a la mesa de los consumidores…¿cómo garantizar que también mejore la dieta de los productores y sus familias? Si somos parte del rompecabezas cómo hacemos que encajen todas las piezas.

Es cierto que los planteamientos teóricos y metodológicos de la antropología y del desarrollo regional permiten reafirmar la visión de la alimentación en una dimensión múltiple más allá de lo netamente biológico, y diversos estudios han dado cuenta de que son los campesinos quienes pagan la mayor parte de los costos de las políticas de desarrollo, de los ensayos tecnológicos, de la innovación productiva, de las normas de producción, de la dependencia del mercado de exportación, de los daños y contingencias medioambientales… pero cómo contribuimos a visibilizar el aporte vital de los campesinos en nuestra sobrevivencia –más allá de lo meramente biológico-, dando realce al valor simbólico o sagrado que ellos le atribuyen a los elementos del entorno, y a su contribución en la preservación de la biodiversidad.

Si hemos de plantear propuestas u opciones de desarrollo local que incluyan la valorización territorial en torno al paisaje, los recursos naturales, el conocimiento campesino, las tradiciones alimentarias, el retomar antiguas prácticas de mercado y formas de manejo de la agricultura, creo que debemos considerar en primer término que los campesinos y sus familias sean activos participantes, como lo señala Ingreet Cano, en un diálogo de saberes, pero también en una distribución justa de beneficios directos –no sólo económicos- de estas iniciativas.

Finalmente mi reflexión que lleva a considerar que un proceso de restauración ecológica debería verse reflejado en las personas, en sus cuerpos nutridos -en el sentido más amplio-, y en el mejoramiento de sus condiciones y calidad de vida, pues desde mi punto de vista la escala mínima de dicha restauración es cada persona, cada colectivo humano que da estructura y funcionalidad a los ecosistemas. Quizá no somos la pieza más importante del rompecabezas de los ecosistemas, pero intuyo que sí somos una pieza clave.

Bibliografía:

Cano, Ingreet. Recuperar lo nuestro: una experiencia de restauración ecológica con participación comunitaria.
González, Alma Amalia. Mercados alternativos locales frente al sistema agroalimentario global. Artículo aceptado para publicación en octubre 2006 por la Revista LIDER, No. 15, año 11, 2006

Saturday, June 23, 2007

Cultura, naturaleza y sustentabilidad

Para ser libre en el mundo, uno tiene que morir al mundo
Nisargadatta


Enrique Leff señala que fue aproximadamente a principios de los años setenta cuando sonó la alarma ecológica. Han pasada casi cuatro décadas desde entonces y lo que sabemos es que se mantiene la creciente destrucción de las bases de recursos de la Tierra, y en consecuencia una serie de desequilibrios ecosistémicos, que ha llevado a que los asuntos ambientales ocupen un lugar prioritario, -al menos en el discurso- dentro de la agenda geopolítica de desarrollo sostenible y de las “metas del milenio”. Si bien se reconoce que esto muestra el carácter global de la degradación ambiental y de la interdependencia de las condiciones de orden geofísico y ecológico con los procesos económicos, las estructuras institucionales, las relaciones de poder y las formas de organización cultural, eso no ha impedido que las dinámicas de la economía como una forma predominante de comprensión del mundo se antepongan a la ecología.

Sin embargo, el propio Leff reafirma la esperanza al referirse a la racionalidad ambiental, como un diálogo de saberes y encuentro de otredades, que se manifiesta más allá de la racionalidad científica y económica sobre todo en las comunidades rurales –indígenas y campesinas-, que conservan o que son capaces de reapropiarse productivamente de sus economías locales con base en la revalorización de sus prácticas y saberes tradicionales. Esta visión destaca la importancia de las identidades étnicas y los valores culturales en el manejo sustentable de los recursos naturales, y afirma la trascendencia de los pueblos indios y campesinos como defensores de dichos recursos, en ocasiones aún yendo en contra de políticas conservacionistas, o de los mecanismos de la geopolítica del desarrollo sostenible.

Otros autores como Jutta Blauert y Simon Zadeck (1999) señalan que en la vida real el optimismo debe venir siempre acompañado por la cautela, refiriéndose al nivel de participación campesina e indígena es esferas de toma de decisiones, y aún la participación por si sola no garantiza un posición suficientemente fuerte en los campos de negociación ni provee habilidades para la mediación. “Se requiere efectividad en todos los niveles, incluyendo al interior de los procesos de gobierno a escala local, regional y nacional, así como al nivel de las instituciones y las normas internacionales, incluyendo a las corporaciones transnacionales” (Blauert, Zadeck 1999:371). Se deduce de lo anterior la necesidad de que los grupos campesinos e indígenas establezcan vínculos con grupos de otros sectores económicos y sociales, y con otros actores que deseen involucrarse en el trabajo de cabildeo con ellos.

La primera empresa es la de lograr la unidad en el ámbito local y regional de los campesinos e indígenas frente a la problemática que plantean los asuntos ambientales, y esto ya es bastante difícil, debido a las diferencias culturales (en la Región de los Altos de Chiapas destacan los conflictos religiosos), políticas (diferencias partidistas), y económicas de cada región del estado o país de que se trate. Además de las implicaciones que tiene a nivel global la creciente migración aunada a otras problemáticas como el narcotráfico

El contexto chiapaneco nos ofrece un claro ejemplo: los campesinos e indígenas han sido sometidos a la sujeción de un clientelismo político que se ha impuesto ya por varias décadas a través de distintos programas gubernamentales y políticas agrarias y medioambientales que paralizan la posible movilización de dichos sectores. Si bien existen experiencias exitosas de búsqueda de organización, aún se está lejos de conseguir la cohesión al interior de una misma comunidad, y mayores dificultades existen en el ámbito regional, estatal y nacional. Para aumentar el alcance de las experiencias de sustentabilidad ambiental por parte de las comunidades se necesitan personas, herramientas, organizaciones y redes que puedan ejercer una influencia efectiva frente a las políticas y propuestas relacionadas con el medio ambiente, además de valioso aporte que pueden ofrecer algunas comunidades desde su racionalidad ambiental.

Qué y cómo haremos quienes nos movemos en un ámbito académico para contribuir con las comunidades a fin de que la gente pueda definir y manejar de manera responsable su propio sistema de medios que les permiten sustentarse; cómo contribuir al uso de recursos socialmente justo y ambientalmente sustentable; y finalmente, cómo contribuir a la reapropiación cultural de la naturaleza por parte de sectores que van están más allá de las comunidades rurales, y que dependen también en buena medida de los recursos y productos que se generan desde los pueblos campesinos e indígenas.


Bibliografía:

Leff, Enrique (2004) Racionalidad ambiental: la reapropiación social de la naturaleza. México; Siglo XXI. Cáp. 8.

Blauert, Jutta y Simon Zadek, 1999 (Coordinadores) Mediación para la sustentabilidad. Construyendo políticas desde las bases, Plaza y Valdes Editores, México.

¿Hacia una historia ambiental en equlibrio?

Una vida plena es mejor que una vida larga.
Nisargadatta



Así como el Amazonas o la Selva Lacandona, podríamos enumerar un sin fin de casos de regiones en el mundo que históricamente ha sufrido el embate de los llamados “seres humanos”. Ciertamente, desde la prehistoria y a través de las distintas épocas, la tierra, sus bosques, selvas, valles, ríos, lagos y todo cuanto en ellos existió ha tenido la influencia del hombre. El ser humano ha influido desde siempre en el cambio del paisaje a partir de un sentido de apropiación de la naturaleza. David Cleary señala que el término “paisaje” no es el más preciso de los conceptos, pero conlleva la transición de la naturaleza salvaje hacia un ambiente artificialmente manipulado y modificado, en el que la naturaleza convive con la cultura y la impregna con un sentido de escala que trasciende lo puramente local.

Como quiera que sea, las maneras en que se ha desarrollado la ocupación humana ha sido distinta a través de tiempo en relación con la tecnología disponible, la mano de obra disponible y la ambición de quienes han detentado el poder en cada momento de la historia –nos resulta conocida la versión del colonialismo donde hubo extracción de recursos, esclavitud y exterminio-; pero también dando cabida a formas de organización y producción local, que en conjunto han dado lugar a complejas interacciones entre humanos y ecosistemas.

En los debates acerca de los límites ambientales, hay una distinción no problematizada entre naturaleza y cultura, y argumentos acerca de qué tanto la naturaleza constriñe a la cultura. En este sentido me parece que la naturaleza sólo “es”, sólo “está”, no tiene el sentido de hostilidad que subyace a este debate. Aquí creo que se pierde el sentido crítico a las acciones de los seres humanos que han “naturalizado” la apropiación de la naturaleza, queriendo extraer de ella la mayor cantidad de recursos, queriendo hacerla producir productos para el mercado, transformando el paisaje para trazar nuevas rutas comerciales…las preguntas deberían ser ¿le pertenece a alguien la naturaleza?, ¿qué nos da derecho de hacer tanto daño a los ecosistemas?, ¿cómo se puede establecer un valor para la diversidad de elementos que nos brinda la naturaleza? Afortunadamente podemos asombrarnos cada día con los ejemplos que la naturaleza nos muestra la recreación de la vida.

Otro aspecto que subyace al debate naturaleza/cultura es que la salvación de los ecosistemas está en manos de los “nativos”, de los pueblos que defienden sus derechos comunales, son ellos los que deben conservar, restaurar y promover la racionalidad ambiental, pero ¿dónde queda entonces el quehacer del resto de la humanidad?

Mi apreciación personal es que ya sea dentro del mercado que permea a gran parte de la vida moderna o fuera de él, en los espacios comunales que aún sobreviven y que intentan esgrimir el argumento de la justicia ambiental subyace el sentido de pertenencia “sobre” la naturaleza, que ilusoriamente consideramos nos da el derecho a decidir como distribuir lo que se ha dado en llamar “recursos naturales”, ponerles precio, sin realmente dimensionar su justo valor. Lo anterior ha dado como resultado una situación que cada vez nos resulta más alarmante, y que en la actualidad conocemos como “cambio climático”, que se irá agudizando mientras no haya un cambio de perspectiva de los seres humanos hacia la naturaleza. Dicho cambio de perspectivas consiste –desde mi particular punto de vista- en dejar de lado el sentido de ser “propietarios de la naturaleza”, para sólo “ser parte de la naturaleza”, y lograr con ello el equilibrio en la re-creación de la vida.

Queda en cada uno de nosotros definir hacia donde se enfocarán nuestros esfuerzos en el quehacer científico desde la antropología. Se emplea aquí el término científico en el sentido crítico en que lo define Gramsci: "Científico" significa "racional", y, más precisamente, "racionalmente conforme al fin" que se quiere obtener, que es producir el máximo con el mínimo esfuerzo, el máximo de eficacia económica, etc., escogiendo y determinando racionalmente todas las operaciones y los actos que conducen al fin. El adjetivo "científico" se utiliza hoy ampliamente, pero su significación puede reducirse siempre a "conforme al fin", en cuanto esa "conformidad" se busca racionalmente (metódicamente) tras un análisis detalladísimo de todos los elementos (hasta lo capilar) constitutivos y necesariamente constitutivos (eliminación de los elementos emotivos incluidos en el cálculo). (C. VIII; PP 162-163.). Optaremos por la reapropiación de la naturaleza o por la restauración de los vínculos naturaleza-cultura, no como elementos en oposición sino como elementos complementarios en el ciclo de la vida.


Denevan,W. (1992) The pristine myth: The landscape of the Americas in 1492. Annals of the Association of American Geographers, Vol. 82: 369
Cleary, D. (2001) Towards an environmental history of the Amazon. LARR Vol. 36, No.2: 65-96.
http://www.gramsci.org.ar/ Consultado el 16 de Junio de 2007.

Sunday, June 03, 2007

De la exclusión social y la afirmación de la vida

Allí donde hay hombres condenados a vivir en la miseria,
se violan los Derechos humanos.
Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado.
Joseph Wresinski



Los textos de Castells y Mike Davis traen consigo la reflexión acerca de la exclusión social, expresada a través de los guetos, favelas, “ciudades perdidas” y otras formas y territorios que han ido tomando el ejército de desposeídos del mundo, integrado por personas que ven vulnerados sus derechos a una vida digna. Mientras, la acumulación de capital crece a partir de una economía informacional, que va filtrando y clasificando a los seres humanos en aquellos que están calificados para servir a sus industrias y aquellos que no cumplen con el “perfil profesional” requerido. Estos últimos, entonces van siendo marginados, relegados, y en muchos casos, empleados como mano de obra barata o como materia prima de la economía global, principalmente aprovechada por la economía criminal, afectando principalmente a los hombres jóvenes, a las mujeres, a los niños. A estos sectores se suman los ancianos, a las madres que carecen de recursos económicos, los refugiados, los desplazados, migrantes, mendigos, alcohólicos, drogadictos, minusválidos, enfermos mentales, minorías étnicas, y expresidiarios, dando lugar a amplios sectores de excluidos que por su distribución en diversos puntos del planeta –aún en países desarrollados- se les ha denominado el Cuarto Mundo.

Sin embargo, pareciera que el mundo globalizado y la economía informacional tienen tal fuerza que meten en la vorágine de su dinámica a millones de personas
[1], tal como lo refleja la metáfora de Castells de los “hoyos negros”, imposibilitando toda respuesta a las condiciones impuestas por las élites dominantes, y acrecentando el número de personas que caen en la miseria y en la marginación. Sin embargo, personalmente he conocido el trabajo de ONG´s en algunos barrios de Chicago, en Estados Unidos; y al buscar en la propia red información acerca del Cuarto Mundo me he alegrado de ver en primer lugar una propuesta del Movimiento Internacional Cuarto Mundo, que viene realizando acciones desde 1965, lo cual ha fortalecido mi esperanza, y afirmado mi confianza en la metáfora de los “hoyos negros”, pero desde la perspectiva de Mafessoli (2004), quien afirma que aquello que es absorbido por los hoyos negros nace a un nuevo espacio-tiempo, dando lugar a nuevas formas de expresión de la socialidad, que son a fin de cuentas la “afirmación de la vida”, frente a una serie de situaciones que parecen catastróficas.

Me parecieron atinadas las afirmaciones que encontré en la presentación del Movimiento Internacional Cuarto Mundo:
·“La miseria no es una fatalidad y nadie se resigna a ella, ni los que la padecen ni los que la descubren.
·Todos los esfuerzos por construir un mundo de justicia, paz y fraternidad son más eficaces en la medida que las familias pobres toman parte activa ellos.
·Es primordial que los pobres recuperen su dignidad, que tengan medios o mecanismos para tomar la palabra y hagan llegar su voz más allá de sus ámbitos naturales de relaciones.”
Las afirmaciones anteriores me llevaron a preguntar ¿Qué nos corresponde hacer a quienes nos dedicamos al campo de las ciencias sociales y humanas?, ¿Es suficiente participar de la elaboración de un conocimiento riguroso de las poblaciones que viven en extrema pobreza?
Creo que Maffesolli, nos abre una perspectiva al respecto al abordar el tema de los movimientos alternativos y acercarnos a la posibilidad de construir lazos entre las situaciones de las poblaciones empobrecidas y marginadas en México, y las poblaciones de otros lugares del mundo, o quizá también debamos plantearnos cuestiones éticas y metodológicas que son retos en la investigación al abordar temas relacionados con la miseria y la exclusión social.
Para finalizar esta reflexión, deseo compartirles que en mi búsqueda encontré que se ha instituido un día mundial de rechazo a la miseria. El 17 de octubre de 1992, el ex Secretario General de la ONU, señor Javier Pérez de Cuellar, a nombre de personalidades internacionales reunidas en el Comité para la Jornada mundial del Rechazo a la Miseria, solicitó a esta organización el reconocimiento del 17 de Octubre. El 22 de Diciembre de 1992, la Asamblea de las Naciones Unidas proclamó el 17 de Octubre como: DÍA INTERNACIONAL PARA LA ELIMINACION DE LA POBREZA.

Bibliografía:

Castells, Manuel (1999) La era de la Información. Economía, sociedad y cultura Vol. III, Cáp. 2, (Surgimiento del cuarto mundo)

Davis, M, (2004) “Un mundo de ciudades perdidas” Este País, No 188 (mayo): 4-17.

Mafessoli, Michel, 2004. La potencia subterránea en El tiempo de las Tribus, Ed. Siglo XXI, México, pp 85-.

Vázquez Sotelo, O. “Cuarto mundo o la pobreza en el Norte" en Contribuciones a la Economía, marzo 2006. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/
http://www.atd-quartmonde.org/Declaracion-de-solidaridad.html
http://www.oct17.org/Historia.html
[1] Según datos del Banco Mundial, para el año 2001, se estimaba en un 21% de la población el número de pobres (aquellos que viven con menos de 1 dólar al día) y que en términos absolutos representaría unos 1200 millones de personas.

Thursday, May 24, 2007

Acerca de enfermedades infecciosas emergentes...


La información compartida en relación al creciente el creciente número de enfermedades humanas infecciosas modernas generadas por virus de animales, la idea de los animales como “fabricas de enfermedad”, me llenó de indignación porque tal parece que fuesen los animales los responsables de la expansión de las enfermedades; y por otra parte me sorprendió por la magnitud del impacto que se presupone puede tener en la humanidad.

En lo primero que pensé fue en mis hijas. Regularmente pienso: “qué mundo les voy a dejar”, pero ahora pensé qué voy a empezar a hacer ahora para mejorar su alimentación y cuidar de su salud. También sentí angustia por las ocasiones en que les he permitido disfrutar de su “cajita feliz”, y sentí rabia contra las personas involucradas en el negocio de la producción y comercialización de carne para la alimentación humana por la falta de ética con que manejan su industria, a sabiendas del grave daño que pueden causar a un sin número de personas, -y a los niños de manera particular, pues son quienes resultan mayoritariamente afectados-.

La humanidad ha compartido con los animales el espacio en la Tierra, desde su aparición en el planeta, y muchos de estos animales han contribuido a su sobrevivencia, no sólo como alimento, sino también -en algunos casos- como abrigo para protegerse del frío, o como medicamento para algunas enfermedades e incluso como compañeros de vida y/o de juegos, entre otras cosas. Ha sido la ambición desmedida de un amplio sector de empresarios, quienes han generado a partir de la producción de la carne para consumo humano en condiciones insalubres, un peligro latente para la vida humana y un riesgo imprevisible para la naturaleza animal, al alterar su alimentación y sus condiciones de vida. No son los animales un peligro para los seres humanos; son algunos seres humanos que han perdido su sentido de pertenencia al género humano, desconociendo su “ser” en su afán de “tener” poder, riqueza, prestigio, y otros “valores” quienes representan el verdadero peligro.

Sin embargo, han sido seres humanos quienes han propiciado los terribles riesgos al alterar la vida animal, el medio ambiente y generar el creciente número de enfermedades infecciosas, y la esperanza de un cambio en otro sentido también se encuentra en los seres humanos. Quizá no podamos evitar una pandemia, ni el arrasamiento de bosques y selvas, ni las prácticas agrícolas y ganaderas rapaces, pero podemos empezar por cambios de nuestra dieta y nuestro modo de vivir; dejando de ser parte de la demanda de proteína animal, y haciendo conciencia en otros consumidores acerca de la cadena de producción de carne alterada en aras de la rentabilidad. A nivel local podemos ir recuperando prácticas que amortigüen el grave daño causado por las grandes comercializadoras de alimentos chatarra: produciendo alimentos sanos, disminuyendo nuestra producción de basura, e intentando también recuperar la relación respetuosa con los animales, para hacer válida la filosofía de: ' no le molestaré si usted no me molesta”.

En otro sentido, como en alguna parte los datos que aporta el texto se refieren a la situación en Estados Unidos, consideré exagerado que se mencionara el “bioterrorismo” y el “agroterrorismo” para afectar económicamente a esa nación. Considero que los granjeros, industriales y comerciantes de la carne para el consumo humano ya están haciendo lo propio para generar una latente amenaza de salud pública, sin que sea necesaria la intervención desde otros espacios.

Finalmente, otro aspecto que me pareció cuestionable de toda esta cadena productiva “innovadora”, es el papel de los ‘profesionales” y/o ‘científicos’ que contribuyen a la búsqueda de alternativas para acrecentar el rendimiento económico de los agroindustriales, proponiendo asuntos tan descabellados como la elaboración de “concentrados de proteína” para alimentar a los animales hechos a base de basura de matadero, sangre, excremento de los mismos animales, gatos muertos, entre otras cosas impensables; o la irradiación de la carne de pollo para matar a las bacterias y virus. Y en este sentido me parece pertinente preguntarnos ¿realmente pensamos que nosotros podemos reorganizar el mundo de la manera que mejor nos complazca y no sufrir las consecuencias?

Bibliografía:

Greger, Michael. Bird Flu: A virus of our own hatching. New York: Lantern Books

Thursday, May 17, 2007

Alimentación y consumo responsable



Los artículos leídos “Globalization for health. Trade liberalization and the diet transition: a public health response” (Rayner, 2007) y “La vida social de la tortilla” (Lind y Barham, 2003) nos proporcionan información sobre los mecanismos con que se maneja el flujo de producción y distribución de alimentos a nivel global desde una élite dominante, como lo señaló Castells en su texto sobre “Espacio de los flujos”, haciendo uso de su poder para crear políticas y acuerdos comerciales, realizando las inversiones necesarias para transformar el modo de producción tradicional, y para cambiar el estilo de vida de miles de millones de personas para contar con el mercado que requiere la industria de los alimentos.

Ambos textos también nos señalan la estrecha relación entre el cambio de nuestra dieta, la mercantilización de los alimentos y las enfermedades emergentes… y las sensaciones que ambos textos me generan son de impotencia, de un vacío que va del pecho al estómago, y también cierta incredulidad, que me llevan a preguntarme ¿cómo es que tal élite dominante ha podido lograr ese control, sobre algo tan básico para la sobrevivencia humana como es la alimentación?, ¿cómo se introdujo en nuestra alimentación cotidiana la comida rápida, y toda serie de alimentos chatarra y refrescos embotellados? Sin duda ha tenido que ver el enorme poder económico y el absoluto control sobre los medios de información que poco a poco nos han ido introyectando la imagen de lo que es “una mejor calidad de vida”, hasta convertir nuestras prácticas y hábitos alimenticios en una cuestión “cultural” que las nuevas generaciones están aprendiendo y que muy probablemente reproducirán en el futuro. En ese sentido he escuchado a personas que han migrado de las comunidades rurales a San Cristóbal de las Casas, decir que algo que ha mejorado al llegar a este espacio urbano es su alimentación, porque en su comunidad en pocas ocasiones consumían carne.

En otro texto que analiza la situación de la tortilla en nuestro país, se cuestiona el alza de precios que productos que son indispensables en la canasta básica, y me llamó la atención que a continuación se enumerara “leche, tortillas, azúcar y huevo”, lo cual me hizo reflexionar acerca de cómo nos hemos alejado de la dieta que incluye verduras y frutas, que lejana parece la época en que se consumían las plantas que no se cultivaban en la milpa (el quelite, la verdolaga, la malva) pero que nacían al sembrar maíz o frijol; y pienso en los niños y niñas de ahora que gustan del pollo frito, las hamburguesas y hot dogs, y han perdido el gusto por otros sabores… El caso es que aún quienes intentan ser críticos con el estado mexicano en este caso, defienden como “productos indipensables” un grupo de alimentos que están lejos de haber sido parte de una dieta “tradicional mexicana” (que considero dependía mucho de los alimentos disponibles a nivel local), y no cuestionan la manera en que dichos alimentos son producidos ni el aporte nutricional real que aportan a la dieta de los mexicanos en la actualidad.

Mi conclusión en este sentido es que es muy seductor el espejismo que nos venden los medios de comunicación respecto a los alimentos que nos brindan “una mejor calidad de vida” o que nos acercan a un cierto “estilo de vida” así que nos movemos en automático, modificando nuestras prácticas alimenticias sin mayor cuestionamiento con la esperanza de acercarnos a las imágenes que se nos presentan como lo “deseable”. Pero lo que me parece más delicado es que nos hayamos alejado de la posibilidad de producir nuestros propios alimentos, que es donde me parece reside el logro mayor de la élite dominante. Y si bien considero importantes los movimientos de resistencia y de denuncia ante la producción de alimentos industrializados y transgénicos, creo que la reflexión sobre nuestros hábitos alimenticios, y la modificación de aquellas prácticas que no son benéficas para que nuestro cuerpo se mantenga en un estado de salud, será un verdadero acto de resistencia y tendrá mayor impacto, por lo menos en el ámbito de nuestras relaciones cercanas. Otra posibilidad que podemos sumar a la anterior es el acercarnos al consumo de la producción local, adecuar nuestra dieta a las frutas u verduras de temporada, “romper” con el mito de que “lo orgánico es caro”, preguntándonos qué tanto cuesta nuestra salud y cómo ser consumidores responsables.