Saturday, June 23, 2007

Cultura, naturaleza y sustentabilidad

Para ser libre en el mundo, uno tiene que morir al mundo
Nisargadatta


Enrique Leff señala que fue aproximadamente a principios de los años setenta cuando sonó la alarma ecológica. Han pasada casi cuatro décadas desde entonces y lo que sabemos es que se mantiene la creciente destrucción de las bases de recursos de la Tierra, y en consecuencia una serie de desequilibrios ecosistémicos, que ha llevado a que los asuntos ambientales ocupen un lugar prioritario, -al menos en el discurso- dentro de la agenda geopolítica de desarrollo sostenible y de las “metas del milenio”. Si bien se reconoce que esto muestra el carácter global de la degradación ambiental y de la interdependencia de las condiciones de orden geofísico y ecológico con los procesos económicos, las estructuras institucionales, las relaciones de poder y las formas de organización cultural, eso no ha impedido que las dinámicas de la economía como una forma predominante de comprensión del mundo se antepongan a la ecología.

Sin embargo, el propio Leff reafirma la esperanza al referirse a la racionalidad ambiental, como un diálogo de saberes y encuentro de otredades, que se manifiesta más allá de la racionalidad científica y económica sobre todo en las comunidades rurales –indígenas y campesinas-, que conservan o que son capaces de reapropiarse productivamente de sus economías locales con base en la revalorización de sus prácticas y saberes tradicionales. Esta visión destaca la importancia de las identidades étnicas y los valores culturales en el manejo sustentable de los recursos naturales, y afirma la trascendencia de los pueblos indios y campesinos como defensores de dichos recursos, en ocasiones aún yendo en contra de políticas conservacionistas, o de los mecanismos de la geopolítica del desarrollo sostenible.

Otros autores como Jutta Blauert y Simon Zadeck (1999) señalan que en la vida real el optimismo debe venir siempre acompañado por la cautela, refiriéndose al nivel de participación campesina e indígena es esferas de toma de decisiones, y aún la participación por si sola no garantiza un posición suficientemente fuerte en los campos de negociación ni provee habilidades para la mediación. “Se requiere efectividad en todos los niveles, incluyendo al interior de los procesos de gobierno a escala local, regional y nacional, así como al nivel de las instituciones y las normas internacionales, incluyendo a las corporaciones transnacionales” (Blauert, Zadeck 1999:371). Se deduce de lo anterior la necesidad de que los grupos campesinos e indígenas establezcan vínculos con grupos de otros sectores económicos y sociales, y con otros actores que deseen involucrarse en el trabajo de cabildeo con ellos.

La primera empresa es la de lograr la unidad en el ámbito local y regional de los campesinos e indígenas frente a la problemática que plantean los asuntos ambientales, y esto ya es bastante difícil, debido a las diferencias culturales (en la Región de los Altos de Chiapas destacan los conflictos religiosos), políticas (diferencias partidistas), y económicas de cada región del estado o país de que se trate. Además de las implicaciones que tiene a nivel global la creciente migración aunada a otras problemáticas como el narcotráfico

El contexto chiapaneco nos ofrece un claro ejemplo: los campesinos e indígenas han sido sometidos a la sujeción de un clientelismo político que se ha impuesto ya por varias décadas a través de distintos programas gubernamentales y políticas agrarias y medioambientales que paralizan la posible movilización de dichos sectores. Si bien existen experiencias exitosas de búsqueda de organización, aún se está lejos de conseguir la cohesión al interior de una misma comunidad, y mayores dificultades existen en el ámbito regional, estatal y nacional. Para aumentar el alcance de las experiencias de sustentabilidad ambiental por parte de las comunidades se necesitan personas, herramientas, organizaciones y redes que puedan ejercer una influencia efectiva frente a las políticas y propuestas relacionadas con el medio ambiente, además de valioso aporte que pueden ofrecer algunas comunidades desde su racionalidad ambiental.

Qué y cómo haremos quienes nos movemos en un ámbito académico para contribuir con las comunidades a fin de que la gente pueda definir y manejar de manera responsable su propio sistema de medios que les permiten sustentarse; cómo contribuir al uso de recursos socialmente justo y ambientalmente sustentable; y finalmente, cómo contribuir a la reapropiación cultural de la naturaleza por parte de sectores que van están más allá de las comunidades rurales, y que dependen también en buena medida de los recursos y productos que se generan desde los pueblos campesinos e indígenas.


Bibliografía:

Leff, Enrique (2004) Racionalidad ambiental: la reapropiación social de la naturaleza. México; Siglo XXI. Cáp. 8.

Blauert, Jutta y Simon Zadek, 1999 (Coordinadores) Mediación para la sustentabilidad. Construyendo políticas desde las bases, Plaza y Valdes Editores, México.

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